Israel-Hamás: un mundo lleno de riesgos
Juan Ignacio Brito Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del centro Signos UAndes
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Juan ignacio Brito
La escalada de violencia en el Medio Oriente vuelve a poner de relieve los peligros que supone para la paz mundial la carencia de un orden internacional que provea estabilidad y seguridad. El ataque de Hamás contra Israel no sólo es una prueba más del desorden que prevalece actualmente, sino que amenaza con causar un lío mayor si el conflicto se expande e involucra a otros actores.
El traspié de Washington en Irak y Afganistán, la polarización política interna, la creciente preocupación por el Indo-Pacífico, el escaso apetito de la opinión pública y la política estadounidenses por nuevas y costosas aventuras internacionales, y la renovada capacidad para producir petróleo y gas de EEUU, explican la retirada norteamericana del Medio Oriente, una zona que ha ido decayendo como polo de atención para Washington.
“El sistema político internacional ha dejado atrás el orden basado en la hegemonía norteamericana. El problema es que estamos en un período de transición muy precario que probablemente se dirige hacia un orden multipolar aún difuso”.
El subsecuente vacío ha dejado el campo libre para la lucha de poder entre Arabia Saudita e Irán, tradicionales rivales geopolíticos que buscan hegemonía en la zona.
La ofensiva de Hamás contra Israel puede comprenderse como una etapa clave en la disputa entre saudíes e iraníes. Todo indica que Teherán decidió activar a su proxy Hamás para provocar una crisis que haría imposible el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Israel, firma que parecía inminente a principios de octubre y que, a su vez, estaba atada a la suscripción de un acuerdo de defensa entre Washington y Riad.
Puede decirse, entonces, que hasta ahora Irán es el gran ganador de la crisis actual en Medio Oriente: no sólo ha logrado descarrilar la apertura diplomática entre Arabia Saudita e Israel, sino que ha conseguido aislar a este último al forzar una respuesta militar ante el brutal ataque de Hamás. Al mismo tiempo, ha logrado detener el acuerdo entre Riad y Washington que les habría dado una ventaja geopolítica a los saudíes en su competencia con Irán.
A río revuelto, ganancia para Irán, que ha detenido de un solo golpe el acercamiento israelí con varios Estados árabes en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham. Al mismo tiempo, ha evitado que Arabia Saudita obtenga una ventaja estratégica gracias al acuerdo con Washington.
La jugada ha sido facilitada por el repliegue de Estados Unidos, la antigua potencia hegemónica en la región. Es este mismo repliegue norteamericano el que permite explicar la ofensiva rusa contra Ucrania.
Aunque en ninguno de los dos conflictos está dicha la última palabra (en Ucrania, la OTAN liderada por EEUU ha ayudado a detener el avance ruso), parece evidente que la antigua superpotencia unipolar ya no posee las capacidades ni la voluntad que tuvo hasta la primera década de este siglo.
El sistema político internacional ha dejado atrás el orden basado en la hegemonía norteamericana. El problema es que nos encontramos en un período de transición muy precario que probablemente se dirige hacia un orden multipolar aún difuso. Cuando no existe un orden definido, el sistema internacional tiende a la anarquía, una situación muy peligrosa donde prima el más fuerte y la seguridad siempre está en entredicho, porque resulta muy difícil operar bajo reglas comunes y legítimas para todos.
En la medida en que los diversos actores actúan en medio de la incertidumbre para quedar bien posicionados y disminuir las amenazas para su seguridad, el conflicto se hace inevitable. En algunos casos, la tensión puede incluso degenerar en guerras, como ocurre hoy en Medio Oriente y Ucrania. Definitivamente, el mundo es hoy un campo minado lleno de riesgos.